Detonar el potencial económico

“La clave del éxito en los negocios es detectar a dónde va el mundo y llegar ahí primero” —Bill Gates

En México, las actividades productivas se concentran en zonas económicas regionales, heterogéneas entre sí. Algunas de éstas se encuentran inconexas y aisladas, enclavadas en zonas de difícil acceso, mientras que otras están profundamente ligadas al comercio internacional. Por consecuencia, las primeras son regiones enteras con economías estancadas y carencias sociales importantes, mientras que las segundas cuentan con empresas altamente competitivas y niveles de desarrollo humano considerables.

La implementación de programas sociales y de algunas políticas de fomento económico pretenden corregir varias de estas carencias históricas. Sin embargo, la persistencia de la desigualdad y heterogeneidad de las economías regionales no ha permitido traducir el escaso crecimiento económico en una disminución general y sostenida de la pobreza. La falta de una política de Estado que termine con el rezago económico y de oportunidades en el que viven millones de mexicanos crea las condiciones adecuadas para un debate sobre la pertinencia de una nueva política industrial para México.

De igual forma, este debate se traslada con particularidades a las diferentes regiones del país. Las condiciones económicas, geográficas y culturales del norte mexicano, por dar un ejemplo, son diametralmente opuestas a aquellas del sur o el centro del país. En consecuencia, un primer paso sería estructurar políticas públicas que fomenten un modelo de desarrollo basado en la creación de polos de desarrollo regionales, que sea capaz de integrar a la mayor cantidad de personas con el resto de la economía.

Impulsar una industrialización que genere valor agregado requiere de la identificación de los sectores y las industrias en las que se cuenta con ventajas comparativas dinámicas, construir la infraestructura de conectividad suficiente para vincular las industrias regionales entre sí y contar con la infraestructura adecuada para la exportación (carreteras, puertos, aeropuertos). También se requiere de una formación de capital humano capaz de nutrir a las industrias o a los sectores con ventajas comparativas, así como de fortalecer la protección de derechos de propiedad.

La nueva revolución industrial —la revolución digital— se presenta como un emocionante reto global del cual surgirá un nuevo paradigma económico, en el que se exacerbará la necesidad de contar con mejores capacidades para innovar y cuyos resultados en la industria serán el motor del desarrollo. Fortalecer la inversión en sectores que permitan añadir más valor y que fomenten de mejor manera la absorción del talento y las capacidades científicas y tecnológicas en el mercado laboral, será un imperativo.

El cambio en la estructura económica traerá consigo grandes retos de distintas índoles. Surgirán nuevos mercados, serán necesarios nuevos mecanismos de política pública y será indispensable contar con nuevas capacidades para lidiar exitosamente con este escenario.  Aproximarse al siglo XXI pensando en los mecanismos tradicionales del siglo XX no es suficiente y México no puede dejar pasar la oportunidad para un nuevo enfoque.

En particular, Yucatán debe enfrentar esta nueva realidad fomentando la inclusión de sectores clave de su economía en las cadenas globales de valor emergentes, las cuales, por sus características —intensivas en conocimiento, valor agregado y complejidad—, requerirán una planeación sin precedente y la ejecución de políticas públicas innovadoras basadas en evidencia. La llamada reindustrialización de Yucatán no debe aspirar a convertir a nuestro estado en un corredor de industria pesada con un alto consumo de electricidad como los del Bajío, sino en un territorio donde coexistan diversos clusters de servicios tecnológicos y financieros con un alto valor agregado para México e inclusive para Estados Unidos.

La industrialización no es un proceso lineal donde forzosamente se tenga que pasar por varias etapas para alcanzar el desarrollo. Podemos convertirnos en una economía sofisticada de servicios tecnológicos sin la necesidad de pasar antes por una etapa de industria pesada. Si queremos estar mejor, debemos pensar mejor, y pensar mejor es pensar más estratégicamente para detonar el enorme potencial de nuestro economía.

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En menos de 280 caracteres: Apostarle a una industrialización basada en industria pesada es riesgoso, por el simple hecho de que no contamos —y no contaremos en el corto y mediano plazos— con el gas natural y la electricidad necesarias para lograrlo.

Artículo publicado en el Diario de Yucatán, el 20 de febrero de 2018.


 

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