Historia de dos Méridas

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación –Historia de dos ciudades, Charles Dickens

A veces siento como si a los meridanos nos costara trabajo hablar de las barreras físicas o imaginarias que tenemos en la ciudad, a pesar de que las vemos y vivimos todos los días. Norte y sur contrastan fuertemente. En el norte es donde se da mayor desarrollo habitacional, crecen los comercios y prospera la economía. El sur, por otro lado, se convierte cada día más en tierra de nadie. Se tiene una idea generalizada de que ahí es donde prolifera la delincuencia y la inseguridad; por lo mismo es una zona que se ha ido empequeñeciendo año tras año, despojada de oportunidades para renovarse.

No me malinterpreten, Yucatán ha sido de los pocos estados en el país que han logrado resultados positivos en el combate a la pobreza. De 2012 a 2014 la población en situación de pobreza logró disminuir tres puntos porcentuales (de 49 a 46) de acuerdo a los datos que ofrece el Coneval, logro no menor si consideramos que a nivel nacional la pobreza subió en el mismo intervalo de tiempo. Sin embargo, un análisis más detallado de las dinámicas de la pobreza nos deja ver que mientras la pobreza moderada disminuyó en estos dos años, la pobreza extrema aumentó.

¿Qué pasa en el estado? Quizá vemos cómo se dan dos procesos simultáneos. Uno, en el que se ha logrado rescatar a un buen porcentaje de la población que vive en condiciones de pobreza moderada y que han logrado adecuarse a las nuevas circunstancias por el crecimiento económico de algunos centros poblacionales (como Mérida). A la vez, la población que se encuentra en circunstancias más precarias se ha estancado, condenada a perpetuarse en condiciones de las que cada vez le será más difícil salir.

Ésta historia se puede extrapolar a nuestra ciudad blanca, Mérida, de 474 años, y que ha sido catalogada consistentemente como “la ciudad más habitable” de México por encuestadoras y revistas. Muchos hemos visto cómo han llegado las inversiones y el capital a buena parte de Mérida, se han abierto docenas de centros comerciales y nuevos desarrollos inmobiliarios. Sin embargo, es un hecho que, a la vez que se da todo este proceso, el sur sigue marginado y sin mucho espacio hacia dónde crecer.

Desafortunadamente, los datos más recientes para reforzar esta hipótesis no son del todo actualizados. El índice de marginación que elaboró Conapo en 2010, nos deja ver que las zonas de principal marginación espacial están en la periferia de Mérida, y en el sur se puede ver una concentración muy clara de colonias con alta y muy alta marginación, colonias como las Emiliano Zapata, Plan de Ayala, Brisas de San José y la Pino Suárez. Muchas de las personas que viven allí carecen de los servicios públicos más elementales, son zonas inseguras y carecen de una infraestructura pública suficiente para desplazarse y siquiera para tener buenas condiciones de salud.

Por otro lado, está la Mérida del norte, ávida de mostrar su modernidad, misma que prueba a través de su crecimiento urbano pujante, pero también en ocasiones desordenado. Se hace mucho por ofrecer un modo de vida que compita con metrópolis del resto del país, como Guadalajara o Monterrey, a veces sin reconocer que sus raíces provienen del centro y del sur de la ciudad. Mérida crece mucho hacia el norte, pero se ha olvidado de voltear a ver al sur.

Este problema no es menor, de hecho, tiende a ser uno de los retos más importantes de toda sociedad moderna: ¿cómo hacer que el progreso y el crecimiento económico sean lo más equitativos posible? ¿Cómo evitar que franjas amplias de la población permanezcan excluidas del desarrollo?

El libro de Historia de dos ciudades, que citaba al principio, toca temas parecidos. Situado en la época de la revolución francesa, habla justamente de la historia de Londres y Paris, y sus contrastes. La primera ciudad era civilizada y pacífica, la segunda era agitada y caótica, por los momentos que vivía. Era la época de la luz y de las tinieblas.

Mérida ha pasado muchos años siendo también dos ciudades: la Mérida del sur y la Mérida del norte. Hemos enfocado nuestras energías no en unir las dos urbes, sino en alimentar una e ignorar a la otra. Pero la realidad tiende a ser más terca que nosotros, los problemas de Mérida del sur no van a desaparecer de la noche a la mañana y difícilmente sus habitantes se van a mudar al norte, cada vez más encarecido. Como están las cosas, pareciera como si el sur estuviera condenado al rezago, ante la ausencia de un modelo de crecimiento lo suficientemente incluyente.

De nuevo, el problema no es menor, particularmente en estos tiempos en los que existen supuestos políticos como Donald Trump, que se esfuerzan en dividir sociedades tan diversas como Estados Unidos. Estamos en una época en la que hay gente que aprovecha el descontento ciudadano para construir muros entre nosotros, y a veces esos muros pueden ser físicos o estructurales, como es el caso de Mérida. Los meridanos no podemos ignorar estos problemas, ni ceder ante un modelo de desarrollo que excluya a un porcentaje importante de su gente. Por ello, no sobra decirlo cuantas veces sea necesario: Mérida solo hay una y es nuestra ciudad blanca, la inclusión de todos los meridanos es trabajo de todos nosotros.

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En menos de 140 caracteres: Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública, los problemas de inseguridad del sur de Mérida se trabajan con sistemas de salud y educación.

Artículo publicado en El Diario de Yucatán, el 26 de julio de 2016.


 

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