La primera ZEE de “nicho”

“La consistencia en el largo plazo triunfa por encima de la intensidad en el corto plazo”

Bruce Lee

El pasado 6 de febrero, el secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio Meade, anunció que la primera zona económica especial (ZEE) de “nicho” estará ubicada en Progreso, el puerto más importante de Yucatán. En concreto, la idea es crear las condiciones adecuadas para que esta región dirija su vocación productiva hacia áreas que impulsen la investigación, el desarrollo tecnológico y la innovación.

La creación de una ZEE de nicho es una buena noticia por dos razones. Primero, significa que el gobierno está dispuesto a invertir en ciencia y tecnología como motores del desarrollo económico de México. Segundo, se trata de una apuesta a largo plazo que en principio quedará inmune a los vaivenes políticos. Además, los estudios de prefactibilidad del gobierno federal estiman que se podrían generar hasta 33 mil empleos en los próximos 20 años, incrementando de 4 a 28 por ciento la participación del sector ciencia y tecnología en el PIB del estado.

Muchos de los elementos anteriores tardan años en cuajar. Por lo mismo, sería importante que, como una estrategia paralela para ahorrar tiempo en la curva de aprendizaje, Progreso se relacionara con otras ciudades como Guadalajara, Ciudad de México −especialmente con colonias como Condesa y San Miguel Chapultepec−, Querétaro, Monterrey, Ciudad Juárez y La Paz, formando un corredor económico que comparta experiencias entre sí. Estas ciudades se caracterizan por tener ingredientes similares, como grupos de jóvenes emprendedores que están lanzando propuestas innovadoras y buenas universidades. El mismo modelo podría adoptarse en otras de las ZEEs.

Cabe mencionar que el proyecto de la ZEE de nicho en Progreso originalmente estaba pensado para Mérida; sin embargo, la normatividad impidió que esto fuera así. El artículo 6to de la ley delimita criterios muy específicos sobre dónde se puede establecer una ZEE y la capital yucateca no cumple con el criterio poblacional de ser un municipio de menos de 500 mil habitantes. Ello puede ser un área de mejora de la misma ley, puesto que hay zonas en el país donde la vocación y las condiciones económicas hacen más factible la transformación de una región en un foco de desarrollo.

Por lo anterior, las ZEEs de nicho deberían tener como objetivo convertir a Progreso y al resto de las ciudades mencionadas en zonas geográficas altamente competitivas y capaces de formar, atraer y retener talento, así como de generar riqueza e igualdad de oportunidades. Para ello, el gobierno federal tendría que crear un plan de estímulos análogo al de las ZEEs anunciadas originalmente, capaz de atraer inversiones e incentivar la competencia. Así también, los empresarios tendrían que buscar oportunidades de negocio que lograran aumentar la productividad y el crecimiento de estas regiones.

De igual forma, es posible extraer experiencia de otras ZEEs en el mundo, donde han servido para combatir el déficit exportador de un país, así como para reducir el desempleo en los países en vías de desarrollo, de acuerdo a un estudio del Banco Mundial de 2011. En República Dominicana, por ejemplo, se llegó a crear más de 100 mil empleos, haciendo que buena parte de la economía que todavía dependía de la agricultura cambiara a la manufactura.

Por lo mismo, es importante mencionar que no hay fórmulas mágicas que aseguren la atracción de Inversión Extranjera Directa ni el crecimiento detonante de trabajos en una ZEE. Por el contrario, se trata de una labor artesanal que se basa en la planeación y la toma de decisiones estratégicas, muchas que no darán fruto sino hasta el mediano o largo plazos. Tal es el caso de Bangladesh, cuyo programa de ZEE inició en 1980 pero logró detonar una década después gracias a la provisión de infraestructura industrial y fuentes confiables de energía.

Es una buena noticia que el gobierno federal esté invirtiendo en sectores económicos vitales para el desarrollo en Puerto Progreso. El gran desafío en los años venideros será encontrar aquellos detonantes que generen ese “punto de ebullición” a partir del cual el crecimiento se vuelve exponencial, genera empleos y transforma todo a su alrededor. Hacerlo requerirá de arrojo e inteligencia y de que se sepa rescatar la experiencia acumulada que otras ciudades y países nos pueden proveer; pero sobre todo requerirá de que se tenga una perspectiva consistente y que apueste por el largo plazo.

Artículo publicado en Reforma, el 14 de febrero de 2017.


 

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