Liderazgos verdaderos

“Toda propiedad privada grava una hipoteca social” —Juan Pablo II

Lo que distingue a los grandes líderes de los pequeños es su compromiso con la construcción de instituciones. La diferencia radica en que, mientras los primeros entienden el liderazgo como una responsabilidad con quien se sirve o se representa (“mandar obedeciendo”, dirían los zapatistas), los segundos lo entienden como un medio para obtener beneficios ajenos al bien de los representados. Si analizamos el liderazgo desde la definición tradicional de corrupción —el abuso del poder público para fines privados—, podría decirse que el verdadero liderazgo es, por definición, ético, mientras que el falso liderazgo es, por definición, corrupto; y si analizamos el liderazgo desde la definición tradicional de una institución —un organismo público o privado fundado para desempeñar una función cultural, económica, científica, política o social trascendiendo voluntades individuales—, podría decirse que el liderazgo verdadero debe, por definición, forjar instituciones, mientras que el liderazgo falso se desenvuelve, por definición, al margen de las instituciones.

Es desde esta perspectiva que veo dos Méxicos que conviven en un mismo territorio, codo con codo: el forjado por líderes verdaderos, donde las instituciones trascienden a las personas y sirven para mediar y resolver conflictos sociales; y el forjado por líderes falsos, donde las personas secuestran a las instituciones y las ponen al servicio de proyectos y voluntades ajenas al bien común. Mientras el primer México nos proyecta al mundo como un país con un enorme potencial económico, con organizaciones sociales pujantes y sofisticadas y con un sistema democrático competitivo y plural, el segundo nos proyecta al mundo como un país pobre y profundamente desigual, con un endeble Estado de derecho y plagado de corrupción. Por eso pienso que la gran pregunta que debemos responder en el siglo XXI es cómo convertirnos en un país de instituciones fuertes y duraderas, por encima de liderazgos falsos y resistentes a los embates de las coyunturas.

La Confederación Patronal Mexicana (Coparmex) ha sido un gran promotor y aliado de ese México de instituciones y liderazgos verdaderos. Desde su fundación en 1936, en reacción a la intervención excesiva del Estado en materia económica, hasta su defensa de la iniciativa privada tras la nacionalización de la banca en 1982, pasando por la “marcha del silencio” en 2004 y los amparos contra la reforma electoral en 2007, la Coparmex nacional y sus capítulos estatales han sido una gran conciencia institucional de la sociedad civil, una magnifica fuente de propuestas, un centro de formación y capacitación de primer nivel y, en muchos casos, un referente ético de los pequeños, medianos y grandes empresarios de este país.

Por fortuna, Yucatán también ha sido beneficiario del incansable trabajo de este sindicato patronal. Basta recordar la observación electoral que facilitó la alternancia democrática y pacífica en Mérida y posteriormente en el estado, las propuestas para el desarrollo económico impulsadas en los años noventa y, más recientemente, las reformas para edificar el Sistema Estatal Anticorrupción. Por si fuera poco, en nuestro estado, la Coparmex es responsable de la creación del Centro para la Competitividad, un ente de estudio y análisis de información económica, financiera, regulatoria y política para impulsar a la economía y fortalecer al Estado de derecho. No me cabe la menor duda de que el liderazgo de la Coparmex en esos episodios de nuestra historia y los análisis del Centro para la Competitividad han sido de enorme beneficio para Yucatán.

Por lo anterior aprovecho este espacio para felicitar a mi amigo Gustavo Cisneros —y a todo el equipo que lo acompañó—, por su liderazgo como presidente de Coparmex Mérida durante los últimos dos años, un liderazgo genuinamente comprometido con el bien común de las y los yucatecos. El legado de Gustavo es contundente: más y mejores instituciones para que los empresarios aportemos nuestro granito de arena para detonar el potencial económico del estado, más y mejores instituciones para que la sociedad civil luche por sus derechos y termine de construir una cultura de la legalidad, más y mejores instituciones para que el gobierno rinda cuentas y permita la evaluación de su desempeño con total transparencia. Sí, instituciones, instituciones, instituciones, lo que distingue a los líderes verdaderos, lo que nos permitirá encontrar el camino al siguiente nivel.

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En menos de 280 caracteres: También aprovecho para dar la bienvenida a otro amigo y desearle la mejor de las suertes, al nuevo presidente de Coparmex Mérida, José Antonio Loret de Mola Gómory. Estoy seguro de que José Antonio, como yo y como miles de yucatecos, seguiremos trabajando incansablemente para estar mejor. ¡Porque podemos estar mejor!

Artículo publicado en El Diario de Yucatán, el 13 de febrero de 2018.


 

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