Reconstruir a México

“La desgracia abre el alma a una luz que la prosperidad no ve”

–Henri Dominique Lacordaire

El terremoto del 19 de septiembre expuso crudamente lo que somos: un territorio increíblemente vulnerable a desastres naturales, pero con enormes recursos para salir adelante; una sociedad profundamente desigual y diversa, pero genuinamente solidaria frente a la tragedia; una constelación de ciudades desordenadas y mal planeadas, pero repletas de vida, esperanza y oportunidades; un crisol plural, multicolor, multidisciplinario, colmado de juventud, que nos invita a soñar, que nos desgarra, que nos resulta exquisito, que nos quita el hambre, que nos recuerda que somos lo que hay y que lo que hay es maravilloso.

Pero, ¿qué sigue? ¿Qué sigue después de rescatar a la última persona con vida, de levantar la última piedra, de sanar la última herida, de entregar el último apoyo, de derramar la última gota de sudor? ¿Qué sigue después de siete días de darlo todo, de llorar, de sentir cómo la piel se nos pone chinita, de alzar el puño y buscar señales de vida? ¿Qué sigue después de que regresamos a la rutina, al café por la mañana, al trabajo, al tráfico, a la comida con la familia? Porque eso hay que hacer, porque eso nos toca, porque la normalidad nos brinda seguridad y da sentido a la vida. ¿Somos otros, renovados, diferentes, renacidos, o seguimos siendo los mismos, solo que un poco más sabios, más cautelosos, mejor preparados?

El pasado miércoles, a menos de 24 horas del terremoto que cimbró el corazón de la Patria, que nos quitó el aliento, Enrique Krauze propuso la creación de una Comisión de Reconstrucción para la Ciudad de México, Chiapas, el Estado de México, Morelos, Oaxaca y Puebla. Una Comisión integrada con participación ciudadana mayoritaria cuya misión sea la administración tanto de fondos del Estado como privados. Fondos destinados a la reconstrucción de más de 140 mil viviendas dañadas y al menos 50 mil inmuebles que resultaron pérdida total. Una Comisión, sugiere Krauze, que también incluya a los jóvenes, que nos están dando una lección épica de civismo en el momento más oscuro de nuestra memoria reciente.

Me encanta la idea, pero debemos ir más allá. La Comisión de Reconstrucción forzosamente requiere de dos elementos para cumplir su encomienda a cabalidad. Por un lado, requiere de la credibilidad y legitimidad que ningún gobierno goza hoy en México. En este sentido, no puede ser una Comisión integrada por personajes con vínculos partidistas. Tampoco puede tener una participación mayoritaria del gobierno. Necesitamos una Comisión integrada por mujeres y hombres con una trayectoria y liderazgo social probados, con convicciones y un palpable amor a la Patria, sin intereses ni agendas ocultas, dispuestos a renunciar a los reflectores en tiempos electorales y listos para donar largas horas de manera honorífica.

Y falta un ingrediente. La Comisión de Reconstrucción también requiere de un expertise en inversiones. La tarea de manejar miles de millones de pesos no será sencilla, menos cuando el objetivo es maximizar el retorno social y sentar los cimientos del bienestar de millones de mexicanos. Esta Comisión tendrá que tomar complicadísimas decisiones relacionadas con la temporalidad, el destino y el ejercicio de los recursos… ¡de nuestros recursos! Tendrá que definir los criterios para priorizar la inversión en un pueblo y no en otro, en este programa social y no en aquél. Tendrá que saber decir “no” a casos particulares para salvaguardar el bienestar de la mayoría y de los que más lo necesitan. Por si fuera poco, también tendrá que vigilar el ejercicio de los recursos. Ya estamos hartos de que el dinero destinado a la recuperación de zonas de desastre se vaya a los bolsillos de intermediarios que anteponen su interés personal al de los damnificados.

Para que se den una idea, querida lectora, querido lector, el Servicio Geológico de Estados Unidos proyecta un impacto preliminar de daños de hasta 10 mil millones de dólares. Es nuestra obligación preguntarnos cómo queremos invertir este dinero y quiénes queremos que lo manejen. Si bien el Gobierno Federal, a través del secretario de Hacienda, debe tener un asiento en la mesa de esta Comisión o Fideicomiso, también deben tenerlo mujeres y hombres con la entereza moral y los conocimientos para emprender la tarea, desde una perspectiva multidisciplinaria y profesional que nos permita, reitero, maximizar el retorno social de las inversiones. Nombres sobran, talento también. Es momento de hacer lo que nos toca, de unir destrezas y generaciones, todos trabajando por el mismo propósito: ¡Reconstruir a México!

Artículo publicado en Reforma, el 26 de septiembre de 2017.


 

Compartir


Artículos relacionados